viernes, 15 de enero de 2010
Comienzo de año: nuevas inquietudes de mamá y profesional
Este año empezó con la sensación de estar en un tránsito. Hubo muchos comienzos el año pasado y ahora me toca continuar caminando y/o cerrando procesos.
Esta semana, la segunda del 2010, me tocó conjugar dos proyectos importantes de mi estancia en Alemania. Mi hija contrajo un virus en la Kita (Kindergarten) y estuvo enfermita lo cual me planteó un cambio total de agenda, considerando que tenía que dededicarme a su cuidado cada día. Por otra parte, la noche de ayer, 14 de enero, era la fecha de presentación de un estudio que empecé en abril del año pasado. El tema es de sumo interés para mí: las perspectivas de solidaridad e integración en Alemania sin embargo, mi concentración terminó concentrándose entre las 7 y 10 de la noche, que duró la actividad que organizamos en un local de Prenzlauer Berg.
Debo confesar que aunque me encanta estar con mi hija, me generó mucha angustia cambiar mis planes de la semana y ya no poder leer, organizar información, hacer llamadas, y trabajar seriamente en la presentación pública que no podía posponer. Nuevamente esa sensación culposa aparece y cuando esto ocurre, suelo seguir la misma táctica. Me siento, respiro y empiezo a pensar y analizar la situación. Por qué me siento así?
Lo primero que vino a mi mente es que esto ocurre porque me he acostumbrado a poner en una balanza dos identidades que debo intentar no poner en competencia: mi ser madre y mi ser profesional. La conclusión es que la vida misma se encarga de exigir y ordenar cuál de las dos debe priorizarse dependiendo de qué momento. Y la decisión final no determina qué tan buena profesional o madre soy sino qué tan hábil puedo ser para tomar las mejores decisiones entendiéndose éstas como una acción que me haga sentir feliz y tranquila, tanto a mí como a mi entorno.
La segunda lección es que no vale la pena planificar las grandes obligaciones a última hora. Con niños, siempre hay sorpresas y es por ello que el manejo del tiempo es muy importante. No saben qué alivio se siente cuando a pesar de los cambios improvisados, siempre se puede acudir a un plan B. En mi caso, yo tenía ya un borrador terminado de mi trabajo en español y alemán y un avance de la presentación en Power Point. No pude hacer todo lo que hubiese querido pero ayudó mucho tener un punto de partida y no un punto cero, con mi hija y sus demandas a cada momento.
La tercera refelxión es que no debo obsesionarme con mis planes. Aun teniendo el “plan perfecto”, es importante prepararse mentalmente para algunos cambios, más si estos son favorables a un entorno futuro superior. Cuando mis amigos se enteraron que Rosa Linda no estaba en la presentación porque estaba enferma, muchos se admiraban de cómo podía mostrarme tan despejada durante la discusión. Mi respuesta también hacia adentro es que di tanto de mí a mi hijita estos días que en la noche final – mi noche – ella ya tenía mucho de mí. Ella también lo había comprendido. Cuando la dejé con su papi y me despedí, me dio un gran beso y se mostró muy relajada, aun con la alta fiebre con la que la dejé. Esa tranquilidad me animó mucho.
Hoy viernes, mi hija ha amanecido muy bien y ha estado más cariñosa que nunca. Hemos hecho muchas cosas juntas y me doy cuenta de que aunque nadie me lo reconozca, soy una buena mamá.
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