lunes, 20 de octubre de 2025
La REHA en Alemania. Por qué aprovecharla?
Después del accidente del año pasado, tomé la decisión de aprovechar una de las opciones que ofrece el sistema de seguros aquí en Alemania. Se trata de lo que llaman KUR o Rehabilitación (REHA) y el proceso, aunque largo, se puede hacer con el seguro de salud o el de pensiones. Son varios los formularios por llenar, pero la mėdica de cabecera es quien realiza y facilita el proceso. Yo lo hice por mi cuenta, asi que en la entrevista con mi doctora, solo tuve que sincronizar cierta información.
Opté por la REHA, animada por amigas cercanas, y ahora, después de una semana en la clínica elegida —Median, en Bad Kösen, Naumburg—, me animo a escribir algunas impresiones.
La primera semana no ofrecia mucho que contar. Todo empieza despacio, con el propósito de introducirte poco a poco en ese nuevo mundo que te espera: el mundo del tiempo libre, de la posibilidad de dedicarte tiempo a ti misma y de re-conectarte con lo que te rodea. Nuevas personas, naturaleza, silencio. Aunque suelo relajarme fácilmente en contextos nuevos, esta vez sentí que representaba un verdadero desafío. Además, llegó el día de la Reunificación Alemana y el primer fin de semana allí, lo que hizo que todo se sintiera aún más d e s p a c i o.
Aun así, poco a poco empecé a soltarme, a disfrutar de los momentos: una piscina a disposición, el gimnasio, los interminables campos verdes, un espacio creativo… y, sobre todo, la compañía de los abuelitos y abuelitas con quienes compartía las comidas.
Más tarde, el mėdico de mi sección (Neurologia), me explicaria que los fines de semana sin plan, eran parte del concepto de la clinica.
En la segunda semana, la agenda diaria se volvió más exigente: muchas terapias, pero todas bien organizadas, con suficiente tiempo entre una y otra para no llegar tarde, ni agobiarse. Charlas sobre nutrición, movimiento y bienestar se sumaron al proceso. Todo el personal increiblemente amable y atento. Les llamaba la atenciõn mi nombre - Tan Largo y solemne-, y saber por quė estaba alli, Tan lejos de Berlin. Fuera de una paciente polaca, creo que por una semana fui la única persona extranjera en el lugar. Para mi -grata- sorpresa, la bienvenida se sentia en todo momento. De hecho, cuando me preguntaron de donde venia, dije que vivia en Berlin pero que venia de Perú, y una de las terapeutas me dijo, okay, usted viene de Berlin.
Esa segunda semana me presentaron una plataforma digital en la qué tendrė acceso en los próximos meses, a asesorias personalizadas todo el dia, con Podcasts y Videos con ejercicios adecuados a mi situación de salud. Aunque todo está solo en alemàn, veo un gran esfuerzo por acompañar a personas que aun con ciertos problemas de salud, quieren seguir actives laboralmente.
El tiempo en la rehabilitación ha sido una experiencia muy especial: una oportunidad para entrar en contacto con la sociedad alemana de una manera completamente diferente.
He conocido a muchas personas mayores —algunas solas, otras con familia—, y esos encuentros me han tocado profundamente el corazón. Me han ayudado a reencontrarme con la ternura y con el sentimiento de gratitud.
He comprendido que siempre es posible recuperarse y volver a empezar, que tengo todo lo necesario para vivir: una familia amorosa y acogedora —aquí y allá—, y la capacidad de abrirme a los demás sin miedo.
El idioma alemán ayuda mucho, pero aún más importante es la actitud interior, esa disposición a mirar la vida con apertura, paciencia y confianza.
Estoy muy agradecida por esta oportunidad.
Las terapias continuaron , y se iban ajustando a lo que cada intercambio producia, o yo comunicaba. Sin haberlo planificado originalmente, organizaron sesiones nuevas y que me siguen ayudando mucho.
Hoy voy cerrando mi última semana en este bello lugar, con una colección de recuerdos muy variados. Solo me surge el deseo de que cada persona pueda darse ese espacio, aunque sea una única vez. Un tiempo que te regala un encuentro especial contigo misma, y la sensación de que muchos se preocupan por ti, y entonces, el vivir y sentir el presente se convierte en una prioridad.
Gracias, Gracias ❤️❤️❤️.
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Die Reha in Deutschland – Warum man sie nutzen sollte
Nach dem Unfall im vergangenen Jahr habe ich beschlossen, eine der Möglichkeiten zu nutzen, die das Versicherungssystem hier in Deutschland bietet. Es handelt sich um das, was man Kur oder Rehabilitation (Reha) nennt. Der Prozess ist zwar langwierig, kann aber entweder über die Kranken- oder die Rentenversicherung erfolgen. Es gibt mehrere Formulare auszufüllen, doch die Hausärztin ist diejenige, die das Verfahren einleitet und begleitet.
Ich habe alles selbst vorbereitet, sodass ich bei meinem Termin mit der Ärztin nur noch einige Informationen abstimmen musste.
Auf Anraten meiner Freundinnen entschied ich mich für die Reha – und jetzt, nach einer Woche in der ausgewählten Klinik Median in Bad Kösen (Naumburg), möchte ich einige Eindrücke teilen.
Die erste Woche bot noch nicht viel zu erzählen. Alles beginnt langsam, mit dem Ziel, dich Schritt für Schritt in diese neue Welt einzuführen: eine Welt der freien Zeit, der Möglichkeit, dir selbst Zeit zu schenken und dich mit deiner Umgebung wieder zu verbinden. Neue Menschen, Natur, Stille.
Obwohl ich mich normalerweise leicht an neue Umgebungen gewöhne, war es diesmal eine echte Herausforderung. Hinzu kam der Tag der Deutschen Einheit und das erste Wochenende dort – alles fühlte sich noch langsamer an.
Trotzdem begann ich nach und nach loszulassen und die Momente zu genießen: das Schwimmbad, das Fitnessstudio, die endlosen grünen Felder, ein Kreativraum...
… und vor allem die Gesellschaft der älteren Damen und Herren, mit denen ich die Mahlzeiten teilte.
Später erklärte mir der Arzt meiner Abteilung (Neurologie), dass die planfreien Wochenenden Teil des Konzepts der Klinik seien.
In der zweiten Woche wurde der Tagesplan anspruchsvoller: viele Therapien, aber alle gut organisiert, mit genügend Pausen dazwischen, um weder zu spät zu kommen noch sich gestresst zu fühlen. Vorträge über Ernährung, Bewegung und Wohlbefinden ergänzten das Programm.
Das gesamte Personal war unglaublich freundlich und aufmerksam. Mein Name – so lang und feierlich – weckte Neugier, ebenso wie die Frage, warum ich so weit von Berlin entfernt dort war. Abgesehen von einer polnischen Patientin war ich, glaube ich, für eine Woche die einzige ausländische Person in der Klinik.
Zu meiner – angenehmen – Überraschung fühlte sich die Begrüßung durchweg herzlich an. Als man mich fragte, woher ich komme, antwortete ich, dass ich in Berlin lebe, aber aus Peru stamme. Eine der Therapeutinnen meinte daraufhin lächelnd: „Okay, Sie kommen also aus Berlin.“
In dieser zweiten Woche stellte man mir auch eine digitale Plattform vor, über die ich in den kommenden Monaten Zugang zu ganztägiger, personalisierter Beratung haben werde – mit Podcasts und Videos, die auf meine gesundheitliche Situation abgestimmt sind.
Auch wenn alles nur auf Deutsch ist, spüre ich, wie viel Mühe sich gegeben wird, Menschen zu begleiten, die trotz gesundheitlicher Einschränkungen weiter aktiv im Berufsleben bleiben möchten.
Die Zeit in der Reha war für mich eine ganz besondere Erfahrung – eine Gelegenheit, mit der deutschen Gesellschaft auf eine völlig andere Weise in Kontakt zu kommen.
Ich habe viele ältere Menschen kennengelernt – manche allein, andere mit Familie – und diese Begegnungen haben mich tief berührt. Sie haben mir geholfen, die Zärtlichkeit und das Gefühl der Dankbarkeit wiederzufinden.
Ich habe verstanden, dass es immer möglich ist, sich zu erholen und neu zu beginnen; dass ich alles habe, was ich zum Leben brauche: eine liebevolle, unterstützende Familie – hier und dort – und die Fähigkeit, mich ohne Angst für andere zu öffnen.
Die deutsche Sprache hilft sehr, aber noch wichtiger ist die innere Haltung – die Bereitschaft, das Leben mit Offenheit, Geduld und Vertrauen zu betrachten.
Ich bin sehr dankbar für diese Möglichkeit.
Die Therapien gingen weiter und wurden ständig angepasst – je nachdem, was sich aus den Gesprächen ergab oder was ich selbst mitteilte. Ohne dass es ursprünglich geplant war, wurden neue Sitzungen organisiert, die mir bis heute sehr guttun.
Jetzt, in meiner letzten Woche an diesem schönen Ort, sammle ich viele verschiedene Erinnerungen.
Ich wünsche mir nur eines: dass jede Person sich einmal im Leben eine solche Auszeit gönnt.
Eine Zeit, die dir eine besondere Begegnung mit dir selbst schenkt – und das Gefühl, dass sich viele Menschen um dich kümmern. Dann wird das Leben im Hier und Jetzt zu einer Priorität.
Danke, danke ❤️❤️❤️
sábado, 11 de octubre de 2025
Silvia Rivera Cusicanqui desde ésta, mi Alemania: Micropolíticas y pensamiento ch’ixi en la vida migrante.
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| Foto: mujeresbacanas.com |
Mi segunda semana de rehabilitación me puso en contacto con la obra de Silvia Rivera Cusicanqui, "Un mundo ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis". No se trata de una obra nueva, pero descansaba en mi estanteria mucho tiempo, y decidi empacar el libro en la maleta. Y ha resultado una excelente compañía. En sus páginas, la autora nos invita a mirar la realidad desde los pliegues, desde las contradicciones que habitan en nosotras mismas y en los territorios que transitamos. Su pensamiento, profundamente enraizado en las prácticas comunitarias andinas, se despliega como un tejido donde la teoría y la vida cotidiana no se separan.
El concepto de ch’ixi —esa convivencia de elementos opuestos sin que uno anule al otro— resuena especialmente en mi/nuestra experiencia migrante en Berlín. Vivir aquí implica moverse entre mundos que no siempre dialogan: entre el Sur y el Norte global, entre lenguas, afectos y formas de habitar el espacio público. No se trata de resolver esas tensiones, sino de habitarlas con conciencia, reconociendo que nuestra existencia misma es una mezcla que resiste a la pureza y a la homogeneización. Somos cuerpos ch’ixi, que llevan consigo memorias, acentos y modos de vida que desbordan los límites de la integración “oficial”.
Cusicanqui nos propone además mirar la política desde lo pequeño, desde las micropolíticas: esas prácticas cotidianas, locales y afectivas que transforman el mundo sin pasar necesariamente por los canales institucionales. Ella diferencia entre la política “macro” —la de los partidos, gobiernos, comisiones u ONG— y las micropolíticas de base, que emergen desde abajo, desde la autogestión, la colectividad y el cuestionamiento del poder.
En este sentido, me pregunto: ¿qué tipo de política estamos ejerciendo cuando participamos en un Ausschuss o en un consejo de integración? Si esa participación se limita a reproducir los marcos institucionales —un discurso de integración que nos pide adaptarnos sin cuestionar las estructuras racistas o coloniales del sistema—, entonces no estamos ejerciendo una práctica micropolítica. Pero si esos espacios se convierten en lugares de agencia real, donde las personas migrantes traen sus saberes, cuestionan las jerarquías, defienden el multilingüismo, promueven formas de convivencia respetuosas y colectivas, ahí sí estamos en el terreno de lo micropolítico.
Las micropolíticas, como plantea Cusicanqui, son actos desde abajo: sembrar un huerto comunitario, cocinar juntas, organizar un taller decolonial, escribir poesía en nuestras lenguas, pintar un mural en el barrio, o simplemente cuidar y cuidarnos desde la ternura y la autonomía. Son gestos que parecen pequeños, pero que contienen una potencia transformadora porque repolitizan la vida diaria.
Descolonizar la cotidianidad —nuestros consumos, los afectos, el lenguaje, el cuerpo— es una forma de resistencia. Construir comunidad, practicar la autogestión, reapropiarnos del espacio público o del tiempo colectivo, son ejercicios que nos devuelven poder, que nos permiten crear otros modos de existir en esta ciudad.
Desde Alemania, los textos de Rivera Cusicanqui nos ayudan a mirar nuestras propias redes migrantes como territorios micropolíticos: espacios donde se ensaya o se puede ensayar la autonomía; donde se teje o se puede tener comunidad entre lenguas, donde se cuestiona la idea de integración y se propone, en cambio, una convivencia ch’ixi, capaz de sostener la diferencia sin miedo.
Quizás de eso se trate: de seguir inventando formas de vivir juntas, juntes, entre lo que somos y lo que soñamos, entre los mundos que trajimos y los que estamos creando aquí, con nuestras manos, nuestras palabras y nuestras memorias. ++++++++
Silvia Rivera Cusicanqui von hier, aus meinem Deutschland: Mikropolitiken und ch’ixi-Denken im migrantischen Leben
In meiner zweiten Rehabilitationswoche begegnete ich erneut dem Werk von Silvia Rivera Cusicanqui, „Eine ch’ixi-Welt ist möglich. Essays aus einer Gegenwart in der Krise“. Es ist kein neues Buch, aber es stand lange ungelesen in meinem Regal, und so beschloss ich, es diesmal in den Koffer zu packen. Es hat sich als wunderbare Begleitung erwiesen.
In ihren Texten lädt uns die Autorin ein, die Wirklichkeit aus den Zwischenräumen heraus zu betrachten – aus den Widersprüchen, die in uns selbst und in den Territorien wohnen, die wir durchqueren. Ihr Denken, tief verwurzelt in andinen Gemeinschaftspraktiken, entfaltet sich wie ein Gewebe, in dem Theorie und Alltag untrennbar miteinander verflochten sind.
Das Konzept des ch’ixi – das gleichzeitige Nebeneinander gegensätzlicher Elemente, ohne dass eines das andere aufhebt – berührt mich besonders in meiner/unserer migrantischen Erfahrung in Berlin. Hier zu leben bedeutet, sich zwischen Welten zu bewegen, die nicht immer miteinander im Dialog stehen: zwischen dem globalen Süden und dem globalen Norden, zwischen Sprachen, Gefühlen und unterschiedlichen Weisen, den öffentlichen Raum zu bewohnen.
Es geht nicht darum, diese Spannungen aufzulösen, sondern sie bewusst auszuhalten – im Wissen, dass unsere Existenz selbst eine Mischung ist, die sich der Reinheit und Vereinheitlichung widersetzt. Wir sind ch’ixi-Körper, die Erinnerungen, Akzente und Lebensweisen mit sich tragen, die die Grenzen der „offiziellen Integration“ überschreiten.
Cusicanqui fordert uns außerdem auf, Politik im Kleinen zu denken – als Mikropolitik: jene alltäglichen, lokalen und affektiven Praktiken, die die Welt verändern, ohne notwendigerweise durch institutionelle Kanäle zu gehen. Sie unterscheidet zwischen der „Makropolitik“ – der Politik der Parteien, Regierungen, Kommissionen oder NGOs – und den Mikropolitiken von unten, die aus Selbstorganisation, Kollektivität und der Infragestellung von Macht entstehen.
In diesem Sinne frage ich mich: Welche Art von Politik üben wir aus, wenn wir an einem Ausschuss oder einem Integrationsrat teilnehmen? Wenn diese Beteiligung sich darauf beschränkt, institutionelle Rahmenbedingungen zu reproduzieren – einen Integrationsdiskurs, der von uns verlangt, uns anzupassen, ohne die rassistischen oder kolonialen Strukturen des Systems zu hinterfragen –, dann praktizieren wir keine Mikropolitik.
Wenn diese Räume jedoch zu Orten realer Handlungsmacht werden, in denen Migrant*innen ihr Wissen einbringen, Hierarchien hinterfragen, Mehrsprachigkeit verteidigen und respektvolle, kollektive Formen des Zusammenlebens fördern, dann bewegen wir uns im Bereich des Mikropolitischen.
Mikropolitiken, wie Cusicanqui sie versteht, sind Handlungen von unten: einen Gemeinschaftsgarten anlegen, gemeinsam kochen, einen dekolonialen Workshop organisieren, Gedichte in unseren Sprachen schreiben, ein Wandbild im Kiez malen – oder einfach Fürsorge leben, einander mit Zärtlichkeit und Selbstbestimmung begleiten. Es sind Gesten, die klein erscheinen mögen, aber eine enorme transformative Kraft besitzen, weil sie das Alltagsleben repolitisieren.
Den Alltag zu dekolonisieren – unseren Konsum, unsere Gefühle, unsere Sprache, unseren Körper – ist eine Form des Widerstands. Gemeinschaft aufzubauen, Selbstorganisation zu praktizieren, sich den öffentlichen Raum oder gemeinsame Zeit wiederanzueignen, sind Wege, die uns Handlungsmacht zurückgeben und uns erlauben, andere Formen des Daseins in dieser Stadt zu schaffen.
Von Deutschland aus helfen uns die Texte von Rivera Cusicanqui, unsere eigenen migrantischen Netzwerke als mikropolitische Territorien zu begreifen: Räume, in denen Autonomie erprobt und Gemeinschaft zwischen Sprachen gewoben wird; in denen die Idee von Integration hinterfragt und stattdessen ein ch’ixi-Zusammenleben vorgeschlagen wird – eines, das Differenz ohne Angst zu tragen vermag.
Vielleicht geht es genau darum: weiter neue Formen zu erfinden, gemeinsam zu leben – zwischen dem, was wir sind, und dem, was wir träumen; zwischen den Welten, die wir mitgebracht haben, und jenen, die wir hier erschaffen – mit unseren Händen, unseren Worten und unseren Erinnerungen.
domingo, 25 de mayo de 2025
Echar raíces en tiempos de migración: reflexiones con Simone Weil.
Acabo de empezar a hojear "Echar raíces" de Simone Weil, un texto que aunque inacabado, no resta fuerza a la voz de la mujer que lo escribió hace ya tanto tiempo. Recibo esta obra como una invitación a pensar, a hacernos preguntas urgentes y necesarias. Weil nos lanza ideas que se sienten cercanas, especialmente para quienes vivimos entre culturas, territorios, idiomas distintos. Para quienes migramos.
Uno de sus planteamientos más profundos afirma la necesidad de reconocer los propios deberes hacia el otro/diferente como la base de la socialización en la igualdad; o dicho de otra manera, la base de agrupamientos sociales en los que cabe arraigar.
Weil nos habla de la raíz como una necesidad humana. No como una metáfora nostálgica, sino como una base concreta para la vida. Arraigarse no es simplemente estar en un lugar: es relacionarse, cuidar, asumir responsabilidades mutuas. No es solo tener derechos: es tener deberes hacia quienes comparten contigo el entorno, incluso si son diferentes.
Hoy, esta reflexión resuena con más fuerza. Vivimos en un tiempo en el que la participación política y social se ve amenazada por la desconexión, el aislamiento, el rechazo del otro. Muchos migrantes en Alemania lo viven a diario: enfrentan barreras invisibles pero sólidas, que dificultan el acceso a la vida comunitaria. ¿Cómo participar, si no me siento parte? ¿Cómo cuidar lo común si todo a mi alrededor me recuerda que soy ajena?
Y aquí me detengo: el problema no es solo estructural o legal, también es emocional y simbólico. Porque "arraigar" implica identificarse con el lugar que habitamos. No desde una obediencia ciega, como si fuéramos robots que repiten sin cuestionar, sino desde la empatía. Desde el reconocimiento de que no solo "vivo" aquí, sino que "me importa" lo que pase aquí. Porque me toca. Porque lo siento como propio.
Simone Weil nos deja varias tareas. Y quizás una de las más urgentes hoy es repensar qué tipo de formación política necesitamos. No basta con hablar de tolerancia o integración como conceptos vacíos. Necesitamos una formación que nos prepare para el diálogo. Para el conflicto. Para comprender que el país, el barrio, el distrito –sea Alemania, Berlín o Pankow– cambian. Cambian por la migración. Y eso no es una amenaza: es una oportunidad.
Desde mi vivencia, eso se vuelve nítido. Yo creo en el trabajo comunal. No es la primera vez que me habrán escuchado decirlo. Aunque llevo al Perú en mí, con todo su peso simbólico y emocional, hay algo profundamente identitario que me hace sentir "pankoweriana". Me reconozco en este barrio, en sus luchas, en sus contradicciones. Porque me involucro. Porque me importa. Y eso, quizás, es el verdadero arraigo.
Foto: Wikipedia.Weil me ha confrontado. Apenas empiezo su lectura, pero ya me ha dejado inquietudes. No es un texto cerrado ni conclusivo. Más bien, abre puertas. Y me hace pensar que si queremos impulsar de verdad la participación de migrantes, tenemos que empezar por los microcosmos. Por la praxis. Por la posibilidad de identificarnos no con un Estado que raramente nos incluye, sino con los espacios cotidianos en los que podemos construir comunidad. Esas coordenadas son las que orientan aun mi viaje decolonial, y es con ellas con quien sigo viviendo.
Seguimos leyendo, seguimos andando.
viernes, 29 de noviembre de 2024
Reflexiones sobre los espacios feministas y la organización colectiva
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| Foto: después del conversatorio con políticas en el marco de la AK Lingua Pankow - 27.11.24 |
En uno de los chats en los que participo, volvió a surgir un tema recurrente: la supuesta exclusión que algunos hombres sienten al acercarse a organizaciones feministas. Esta no es una conversación nueva. Una y otra vez, emergen discursos que critican o victimizan a los hombres mientras cuestionan el trabajo que muchas mujeres llevan a cabo en estos espacios.
No me considero una feminista consumada. Aún me siento en camino de comprender y vivir plenamente esa identidad. Sin embargo, como mujer migrante que ha tejido redes desde mis veinte años —redes que, afortunadamente, siguen funcionando hasta hoy— y como fundadora de asociaciones en Berlín, me resulta difícil permanecer en silencio ante estas críticas.
Reconocer el trabajo organizado de las mujeres
Parece que quienes cuestionan el trabajo organizado de las mujeres desconocen el esfuerzo monumental que implica crearlo y sostenerlo. Desde mi experiencia, y pese a algunas malas vivencias con hombres, jamás he restringido el acceso de hombres a los espacios que lidero. Reconozco, además, el privilegio de contar con una pareja que me ha apoyado incondicionalmente en mis luchas. Sin embargo, las decisiones clave y el trabajo pesado los he llevado a cabo yo misma, como ocurre con muchas mujeres.
A menudo, nosotras cargamos con el peso de liderar, ya sea estando solas, con hijos o sin ellos, con pareja o sin ella. Mi único aprendizaje constante es que no puedo hacerlo todo sola. Siempre he pedido ayuda, y la mayoría de las veces esa ayuda ha llegado de otras mujeres. Esto lo he visto también en muchas organizaciones migrantes, que suelen ser comandadas por mujeres, incluso cuando no están etiquetadas como asociaciones de mujeres.
Cambiar las preguntas, cambiar las perspectivas
En lugar de criticar el trabajo de las mujeres que se organizan —a quienes nadie les ha regalado nada—, quizá sea hora de plantear otra pregunta:
¿Por qué, si estas organizaciones no te representan, no te organizas con otros hombres para crear tus propios espacios?
Todos en este territorio enfrentamos las mismas barreras, pero también contamos con las mismas oportunidades para organizarnos y superarlas, especialmente en colectivo. ¿No sería más constructivo que, en lugar de cuestionar el esfuerzo de las mujeres, los hombres encuentren sus propias soluciones o apoyen causas donde sus luchas también sean parte de la agenda?
Muchas organizaciones sociales han sido impulsadas por mujeres no porque excluyan a los hombres, sino porque, cuando hace falta, somos nosotras las que ponemos el cuerpo, las ideas y el trabajo. Es hora de reconocer que, lejos de dividirnos, este esfuerzo es un ejemplo de cómo construir algo desde las adversidades.
Nuevos significados para el trabajo político
Aunque no me considero plenamente feminista, deseo fervientemente serlo. Cada historia de lucha que llega a mi vida me inspira y me confirma que ese es el camino que quiero seguir. Sin embargo, también creo en resignificar el trabajo político. Demos valor a lo que muchas veces ignoramos:
- El autocuidado como acto radical.
- La humanidad compartida como base del respeto mutuo.
- Los espacios seguros que cada grupo puede y debe crear para sí mismo.
En una sociedad que insiste en separarnos, el verdadero desafío es reconocer nuestras diferencias, construir desde ellas y respetar los criterios que cada grupo define para su bienestar. No se trata de dividir, sino de valorar lo que somos y lo que necesitamos para ser felices, juntos y juntas.
Para cerrar, quiero resaltar el valor de ser persona en esta sociedad. Una persona con capacidad de reflexionar, de construir comunidad y de aportar, desde donde esté, al bienestar colectivo. Solo así, reconociendo los espacios que cada quien crea y protege, podremos avanzar hacia un futuro más equitativo y justo.
***
(Auf Deutsch)
Reflexionen über feministische Räume und kollektive Organisation
In einem der Chats, an denen ich teilnehme, wurde ein wiederkehrendes Thema erneut diskutiert: das vermeintliche Gefühl der Ausgrenzung, das einige Männer empfinden, wenn sie sich feministischen Organisationen annähern. Diese Diskussion ist keineswegs neu. Immer wieder tauchen Argumente auf, die Männer kritisieren oder sie als Opfer darstellen, während gleichzeitig die Arbeit infrage gestellt wird, die viele Frauen in diesen Räumen leisten.
Ich sehe mich selbst nicht als vollendete Feministin. Ich befinde mich immer noch auf dem Weg, diese Identität in ihrer Gesamtheit zu verstehen und zu leben. Aber als Migrantin, die seit meinen Zwanzigern Netzwerke geknüpft hat – Netzwerke, die glücklicherweise bis heute bestehen – und als Gründerin von Vereinen in Berlin fällt es mir schwer, zu solchen Kritiken zu schweigen.
Die Anerkennung der organisierten Arbeit von Frauen
Es scheint, dass diejenigen, die die organisierte Arbeit von Frauen infrage stellen, keine Vorstellung davon haben, welcher immense Aufwand erforderlich ist, um diese aufzubauen und aufrechtzuerhalten. Aus meiner Erfahrung habe ich, trotz einiger negativer Erlebnisse mit Männern, niemals den Zugang von Männern zu den Räumen, die ich leite, eingeschränkt. Ich erkenne außerdem das Privileg an, einen Partner zu haben, der mich in meinen Kämpfen bedingungslos unterstützt hat. Dennoch habe ich die wichtigsten Entscheidungen und die meiste Arbeit selbst geleistet – wie viele andere Frauen auch.
Oft tragen wir Frauen die Hauptlast der Führung – ob allein, mit Kindern oder ohne, mit Partner oder ohne. Eine der wichtigsten Lektionen, die ich immer wieder lerne, ist, dass ich nicht alles alleine schaffen kann. Ich habe immer um Hilfe gebeten, und die meiste Hilfe kam von anderen Frauen. Das habe ich auch in vielen migrantischen Organisationen gesehen, die oft von Frauen geleitet werden, auch wenn sie nicht ausdrücklich als Frauenvereine definiert sind.
Die Fragen und Perspektiven ändern
Anstatt die Arbeit von Frauen, die sich organisieren – und denen nichts geschenkt wurde – zu kritisieren, wäre es vielleicht an der Zeit, eine andere Frage zu stellen:
Warum, wenn dich diese Organisationen nicht repräsentieren, organisierst du dich nicht mit anderen Männern, um deine eigenen Räume zu schaffen?
Wir alle in diesem Umfeld stehen vor denselben Herausforderungen, haben aber auch dieselben Möglichkeiten, uns zu organisieren und diese gemeinsam zu überwinden. Wäre es nicht konstruktiver, wenn Männer anstatt die Anstrengungen der Frauen zu hinterfragen, ihre eigenen Lösungen finden oder Initiativen unterstützen würden, bei denen ihre Kämpfe ebenfalls Teil der Agenda sind?
Viele soziale Organisationen wurden von Frauen ins Leben gerufen, nicht weil Männer ausgeschlossen wurden, sondern weil es oft Frauen sind, die ihre Ideen, ihre Energie und ihre Arbeit einbringen, wenn es darauf ankommt. Es ist an der Zeit anzuerkennen, dass dieser Einsatz, weit davon entfernt, uns zu trennen, ein Beispiel dafür ist, wie man trotz Widrigkeiten etwas aufbauen kann.
Neue Bedeutungen für politisches Engagement
Auch wenn ich mich nicht als vollendete Feministin sehe, wünsche ich mir nichts sehnlicher, als eine zu sein. Jede Geschichte eines Kampfes, die meinen Weg kreuzt, inspiriert mich und bestätigt mir, dass dies der Weg ist, den ich gehen möchte. Gleichzeitig glaube ich daran, das politische Engagement neu zu definieren. Wir sollten dem Wert geben, was oft übersehen wird:
- Selbstfürsorge als radikaler Akt.
- Gemeinsame Menschlichkeit als Grundlage für gegenseitigen Respekt.
- Sichere Räume, die jede Gruppe für sich schaffen und erhalten kann.
In einer Gesellschaft, die darauf besteht, uns zu trennen, liegt die wahre Herausforderung darin, unsere Unterschiede anzuerkennen, auf deren Grundlage zu bauen und die Kriterien zu respektieren, die jede Gruppe für ihr eigenes Wohlbefinden definiert. Es geht nicht darum, uns zu spalten, sondern darum, das zu schätzen, was wir sind, und das zu fördern, was wir brauchen, um glücklich zu sein – gemeinsam.
Abschließend möchte ich die Bedeutung hervorheben, in dieser Gesellschaft Mensch zu sein. Ein Mensch mit der Fähigkeit, zu reflektieren, Gemeinschaft aufzubauen und von dort aus, wo er steht, zum kollektiven Wohlbefinden beizutragen. Nur wenn wir die Räume anerkennen und respektieren, die jede*r für sich schafft und schützt, können wir auf eine gerechtere und gleichberechtigtere Zukunft hinarbeiten.
jueves, 21 de noviembre de 2024
Diario de GRACIAS.
Hoy estaba repasando mi diatio de agradecimientos. Empecé a escribir justo el 28 de octubre.
"Empiezo este diario agradeciendo a la Vida con mayúscula, la Vida que me ha regalado el accidente del 2 de octubre, cerca de las 14 h., saliendo de una ilusión y queriendo retomar la siguiente. He acumulado muchas ilusiones, la que da el trabajo con los ecos de reconocimiento externo, nunca suficiente por mi lado. Hoy agradezco la.oportunidad de reconocerme a mi misma, en lo que me falta para alimentar la paz y la voz verdadera.
Agradezco el Sol de esta mañana . Aunque luego estuvo oscuro, me alegra pensar en la Luz que cayó a mis ojos y a mi cara, asi como el bello recuerdo de unas bodas de lana El dia de ayer, cenando en "La choza de la Anaconda ". Gracias, gracias a mi Dios de la Vida".
sábado, 9 de noviembre de 2024
Y comenzó con un "Gracias" por WhatsApp
(Post extemporáneo. Escrito El 7.8.24 durante nuestra visita a Italia)
Esta tarde, al regresar de un viaje inolvidable, recibí un mensaje inesperado desde el extranjero. El código de área era del mediterráneo. Solo alcancé a leer un escueto "Gracias". Intrigada, abrí WhatsApp y, efectivamente, se trataba de alguien nuevo, escribiendo desde Europa. Su mensaje me llevó de vuelta a mi propio blog... A veces, para reactivar mi escritura, necesito un encuentro especial, ya sea con alguien o con algo que me inspire.
Gracias a este breve intercambio con una extraña, me di cuenta de que en el blog había compartido muchas reflexiones y experiencias sobre mi vida como mujer migrante, que quizás podrían serle útiles mientras comenzaba su nueva vida en un país extranjero. Fue este descubrimiento lo que la motivó a escribirme este fin de semana, y también fue lo que me impulsó a revisar mis propios textos.
Al hacerlo, me sorprendió encontrar numerosas referencias a mi hija. Había perdido la cuenta de cuántas veces mi relación con ella ha definido mi vida y lo significativa que es su presencia para mí. A menudo miro con ojos críticos mi rol de madre, especialmente ahora que mi hija es casi una mujer. Me doy cuenta de lo necesario que es apropiarme y recordar esos primeros sentimientos para darme valor y aceptar con más amor esta faceta de mi vida.
Hoy, agradezco nuevamente a una extraña por ayudarme a reconectar conmigo misma y fortalecer los lazos con quienes más amo. Ahora, me encuentro seleccionando aquellos textos que alguna vez salieron de lo más profundo de mí, inspirados por mi querida Rosi. Esos mismos textos se los estoy compartiendo ahora.
Este mundo digital, después de todo, no siempre es tan malo.
viernes, 9 de agosto de 2024
Mi(s) Frontera(s): Identidad y Transformación. A propósito de "Botherlands" de G. Anzaldúa
“Una conciencia mestiza es aquella que puede tolerar las contradicciones, una conciencia que atraviesa las fronteras de diferentes culturas, idiomas y tradiciones. Es la identidad de quienes no pertenecen a un solo lugar, sino a varios al mismo tiempo.”
Botherlands, Gloria Anzaldúa.
En mi viaje decolonial, un recorrido que sigue en constante movimiento, he buscado muchas lecturas y, a su vez, algunas me han encontrado a mí. Antes de comenzar mis vacaciones de verano, terminé "Borderlands/La Frontera" de Gloria Anzaldúa. La experiencia de vivir en zonas fronterizas me ha acompañado desde que dejé Lima, recién diplomada como profesora. Pasé de vivir entre las fronteras de Perú con Bolivia a la frontera con Ecuador. De sur a norte, los climas cambiaban en todo sentido: del espíritu silencioso y a veces introvertido de los Andes a la vida festiva y bulliciosa del rico norte; de las comidas que nos permitían soportar el frío y la altura a aquellas que acompañaban al sol y las playas. Todo me hacía percibir que era parte de un todo muy diverso y especial, y cada pedazo estaba en mí, ya que mi familia proviene tanto del norte como del sur.
Recuerdo algunas anécdotas que inspiraron mis primeras notas, aunque al final nunca se publicaron. Me ganó, como siempre, mi activismo y la creatividad que brotaba por todos lados. A más de 20 años de aquellas experiencias, me encuentro con un texto más estructurado, el de Anzaldúa. Y con ella han vuelto aquellas anécdotas y reflexiones. No entendía por qué en algunas zonas niñas y niños cantaban el himno nacional ecuatoriano en "territorio peruano". Cómo se definían las líneas divisorias entre dos países y cómo, a pesar de ello, muchas personas no sabían si pertenecían a un país o no. Los límites eran diversos, a veces solo un río o una trocha... Y en medio de esas realidades, qué poco ha calado la idea de nación en la conciencia de la gente.
Y, ¿qué pasa cuando nos movemos fuera de esos lugares de pertenencia; cuando migramos? Anzaldúa me ha permitido entender mejor la identidad de la mestiza, de la chicana entre México y los EE.UU, y más aun, de mirada particular de una mujer lesbiana, transitando entre la desaprobación y la mejor fuente para hacerse poderosa, pasando del texto narrativo a la poesia, dejando sentir sus vibraciones y dolor asi como su esperanza social... Pero también me ha ayudado a reflexionar sobre mis propios límites, los que traemos o los que se van creando cuando migramos. Las experiencias nos ayudan a dar nombre a las palabras, a dotarlas de nuevos sentidos y a usarlas con más libertad y menos miedo. O a veces aún no se atreven a salir. Y esa espera es también una señal de potencialidad y esperanza. Ser aceptada o no, esa es la pregunta que solemos hacernos. Y las nuevas lecturas de la experiencia nos dicen que lo importante es si nosotras aceptamos a ese nuevo ser que somos nosotras mismas.
Las preguntas que surgen en este camino ya no apelan tanto a si somos de aquí o de allá, sino más bien al contenido inédito de nuestras propias fronteras, esas que aún están por explorarse. Es en los momentos de silencio y calma, cuando no hay nadie calificando o descalificando lo que hacemos, donde se revela lo que aún no conocemos de nosotras mismas. Estoy en ese proceso, en ese camino de desciframiento, que con seguridad seguirá abriendo mis ojos, no tanto para juzgar, sino para abrazar con com-pasión todo lo que aún nos falta por aprender sobre quienes somos... Y en esa aceptación radica la verdadera riqueza de este viaje.
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Auf Deutsch
Meine(n) Grenzen: Identität und Transformation anlässlich von "Borderlands" von Gloria Anzaldúa.
"Eine 'mestiza' Bewusstsein ist jenes, das Widersprüche aushalten kann, ein Bewusstsein, das die Grenzen verschiedener Kulturen, Sprachen und Traditionen überwindet. Es ist die Identität derjenigen, die nicht an einen einzigen Ort gebunden sind, sondern gleichzeitig an mehreren."
Borderlands, Gloria Anzaldúa.
Auf meiner dekolonialen Reise, die sich in einem ständigen Wandel befindet, habe ich nach vielen Büchern gesucht, und einige haben mich wiederum gefunden. Bevor ich meine Sommerferien begann, schloss ich die Lektüre von "Borderlands/La Frontera" von Gloria Anzaldúa ab. Die Erfahrung, in Grenzgebieten zu leben, hat mich begleitet, seit ich Lima verlassen habe, frisch diplomiert als Lehrerin. Ich zog von den Grenzen Perus zu Bolivien hin zu den Grenzen zu Ecuador. Von Süden nach Norden änderten sich die Landschaften und Atmosphären in jeder Hinsicht: vom stillen und manchmal introvertierten Geist der Anden hin zu dem festlichen und lebhaften Treiben des reichen Nordens; von den Speisen, die uns halfen, die Kälte und Höhe zu ertragen, zu denen, die zu Sonne und Stränden passten. All dies ließ mich spüren, dass ich Teil eines sehr vielfältigen und besonderen Ganzen war, und jedes Stück davon trug ich in mir, da meine Familie sowohl aus dem Norden als auch aus dem Süden stammt.
Ich erinnere mich an einige Anekdoten, die meine ersten Notizen inspirierten, die jedoch letztendlich nie veröffentlicht wurden. Mein Aktivismus und die Kreativität, die überall in mir sprudelte, haben mich wie immer überwältigt. Mehr als 20 Jahre nach diesen Erfahrungen finde ich mich in einem strukturierteren Text wieder, dem von Anzaldúa. Und mit ihr kehrten jene Anekdoten und Reflexionen zurück. Ich verstand nicht, warum in einigen Gebieten Kinder die ecuadorianische Nationalhymne auf peruanischem Boden sangen. Wie die Grenzlinien zwischen zwei Ländern definiert wurden und wie viele Menschen dennoch nicht wussten, ob sie zu einem Land gehörten oder nicht. Die Grenzen waren vielfältig, manchmal nur ein Fluss oder ein schmaler Pfad... Und inmitten dieser Realitäten stellte ich fest, wie wenig die Idee einer Nation im Bewusstsein der Menschen verankert war.
Und was geschieht, wenn wir uns aus diesen Orten der Zugehörigkeit entfernen, wenn wir migrieren? Anzaldúa hat mir geholfen, die Identität der Mestiza, der Chicana zwischen Mexiko und den USA besser zu verstehen, insbesondere die Perspektive einer lesbischen Frau, die zwischen Ablehnung und der stärksten Quelle ihrer Kraft navigiert. Sie bewegt sich vom narrativen Text zur Poesie, lässt ihre Vibrationen und ihren Schmerz spürbar werden, ebenso wie die Hoffnung auf sozialen Wandel. Doch sie hat mir auch geholfen, über meine eigenen Grenzen nachzudenken – jene, die wir mitbringen, und jene, die entstehen, wenn wir migrieren. Erfahrungen helfen uns, den Worten einen Namen zu geben, ihnen neue Bedeutungen zu verleihen und sie mit mehr Freiheit und weniger Angst zu verwenden. Oder manchmal trauen sie sich noch nicht ans Licht. Und dieses Zögern ist auch ein Zeichen von Potential und Hoffnung. Angenommen zu werden oder nicht – das ist die Frage, die wir uns oft stellen. Doch die neuen Lesarten der Erfahrung zeigen uns, dass das Wichtigste ist, ob wir dieses neue Selbst, das wir geworden sind, akzeptieren.
Die Fragen, die auf diesem Weg entstehen, zielen nicht mehr darauf ab, ob wir von hier oder dort sind, sondern vielmehr auf den unerforschten Inhalt unserer eigenen Grenzen, die noch entdeckt werden müssen. Es sind die Momente der Stille und Ruhe, in denen niemand beurteilt oder kritisiert, was wir tun, in denen sich offenbart, was wir noch nicht über uns selbst wissen. Ich bin in diesem Prozess, auf diesem Weg der Entschlüsselung, der mit Sicherheit meine Augen weiter öffnen wird – nicht so sehr zum Urteilen, sondern um mit Mitgefühl all das zu umarmen, was wir noch über uns selbst lernen müssen. Und in dieser Akzeptanz liegt der wahre Reichtum dieser Reise.
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Le Petit Prince
buscando a mama??























