
Hoy no escribo como madre o migrante, sino como todo eso junto y como mujer. Me sentó muy bien la caminata que empezó e la Frankfurter Tor hasta Lichtenberg, donde se encuentra un cementerio dedicado a tantas víctimas de la crueldad de la guerra y el autoritarismo.
Me cayó muy bien hacerlo en familia junto a tantos ciudadanos que desconozco pero que se movilizaron masiva y ordenadamente a cumplir con un solo acto: expresar la solidaridad internacional y hacer entrega de una flor en las tumbas de Rosa Luxenburgo y otros. Había por supuesto otras consignas pero cada quien respetaba a la otra. Debo confesar que he perdido en la migración, el entrenamiento y la reflexión política de otros tiempos pero aun tengo criterio para defender lo que creo en nombre de la igualdad y la solidaridad entre las personas. Mi hija estuvo conmigo en todo momento y como le encanta la gente, me parece que vivió esze momento como una excursión.
No es tampoco momento para ensalzar o tirarse abajo nunguna corriente política, sino para no olvidar y respetar el significado de tantas vidas al servicio de la justicia. Cuando ésta se defiende, las banderas deberían tener un solo color.Solo cierro estas líneas con una anécdota después d eexplicarle a mi hija el origen de su nombre. Una mujer polaca, nacida en territorio ruso, con una presencia muy fuerte en la historia alemana y de origen judío. Su reacción fue: " entonces, me llamo RL Luxenburgo? A la mañana siguiente solo me pregutaba qué habíamos hecho el día anterior. Quería contar a sus amiguitos dónde habí estado y sí tiene buena memoria.


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